Ya con mejor animo, sigue haciendo viento –en contra por
supuesto- como la etapa anterior, pero ha salido el sol y hace
mucho menos frío. El hecho de que lloviera en los días
anteriores a nuestra llegada aconseja ser cautos a la salida de
Albacete y nuestro amigo y salvador Juan Manuel, propone
evitar el barro al menos hasta el polígono industrial, cosa que
hacemos. Por la vía de servicio y algunos caminos llegamos a la
Gineta, donde damos cuenta de una caja de los famosos
“Miguelitos de la Roda”. Repuestos y con ganas continuamos
hacia la Roda entre tendidos campos de cereal donde la
tranquilidad es absoluta, solo interrumpida por el silbar del
viento.
Pronto llegamos a Minaya y de aquí al Provencio. Esta segunda parte del recorrido se caracteriza por los amplios horizontes de viñedos con algo de cereal intercalado. El camino más arcilloso ha hecho que en algunos tramos fuéramos haciendo “eses” como beodos, no por el vino no, sino para librar los charcos y el barro. Je, je…, alguno no lo consiguió y terminó imitando a las croquetas.
Cruzamos el río Záncara y entramos en El Provencio. La nota humana de la jornada la ha puesto Jesús, el Párroco de Ntra. Señora del Rosario, enfermo al que operarán al día siguiente, y al que prometimos una oración por su curación al Apóstol Santiago.
En El Provencio un nombre: Manolo, con solo pronunciarlo se abren todas las puertas. Es una persona afable, siempre dispuesta ayudar, que se desvive por los peregrinos, por facilitarles la estancia. Nosotros pernoctamos en el polideportivo municipal. También gracias a Manolo, que nos abrió la escuela publica, pudimos enviar a la televisión regional las fotos de las jornadas anteriores.
Gracias a El Provencio y a Manolo.
Cenamos embutido y queso de la tierra regado con un buen caldo de la cooperativa El Rosario.
Salida: Albacete
Llegada: El Provencio
Época: Todo el año.
Porcentaje de ciclabilidad: 100%
Distancia: 84.50 Km.