De buena mañana, después de un buen desayuno y sin prisas,
emprendemos el camino hacia Rueda, población a la que
dan fama sus caldos.
Tordesillas nos recibió con su medieval arquitectura reflejándose en las henchidas aguas de un Duero rebosante. Estuvimos buena parte de la mañana visitando la localidad, recorriendo sus calles, callejuelas, iglesias y conventos,… Como no era el caso meterse un cuarto de cordero entre pecho y espalda, lo dejamos para mejor ocasión y optamos por probar bastantes de las tapas que adornaban el mostrador de un par de locales de la Plaza Mayor.
Reconfortados y alegres reanudamos el camino; el día, que había amanecido con un tibio sol, se fue cubriendo de nubes cada vez más bajas, negras y amenazantes. El frío hizo de nuevo su aparición, no podía faltar a la cita el viento, que como todos los días vino a nuestro encuentro.
Villavieja del Cerro nos recibe con sus casas oscuras y su maciza iglesia. Fuerte y corta subida, bajada “peligrosilla” hacia Becerros. Aquí equivocamos el camino, que no la dirección, haciendo varios kilómetros por una trocha hasta subir al páramo. Ya en el alto nos dejamos guiar por nuestra intuición llegando sin mayores problemas a Valdetranco y de aquí a Mota del Marqués.
El día cada vez más desapacible, el frío se ha ido incrementando a lo largo de la jornada, huele a lluvia, creo que hoy no nos libraremos.
Ya cerca de San Pedro de Latarce, el viento que durante todo el día había sido intenso pero de dirección constante, comenzó a variar violentamente, furiosas turbonadas amenazaban con llevarnos al suelo levantando toneladas de arena del camino.
Las nubes, cada vez más bajas, mostraban sus feas barrigas sucias e hinchadas, prestas a abrirse y dejar caer sobre nuestros míseros cuerpos toneladas de agua helada.
Tuvimos el tiempo suficiente para refugiarnos en la cafetería del pueblo, llena de agraciadas muchachas, pero nada que llevarse a la boca; ni una tapa, ni un dulce, menos mal que pudimos tomar un café calentito.
Amaino la lluvia, pero continúo intermitentemente. El viento, muy fuerte nos impedía avanzar, quedaban veinte kilómetros a Villalpando y a la velocidad que avanzábamos no llegaríamos de día. Tendríamos que esforzarnos al máximo, dar lo mejor de nosotros mismos, iban a ser veinte kilómetros de agonía. Afortunadamente un bosquete de pinos nos protegió del viento, el terreno se volvió favorable y logramos entrar en Villalpando justo al anochecer.
El tiempo de guardar las bicis y ya estábamos tiritando, necesitábamos con urgencia una ducha caliente. Ya no salimos del hostal, cenamos allí mismo y nos fuimos pronto a la cama.
Salida: Medina del Campo
Llegada: Villalpando
Época: Todo el año.
Porcentaje de ciclabilidad: 100%
Distancia: 91.20 Km.