Hace un espléndido día de finales de febrero y me encuentro sentado entre los pinares de Sierra Espuña descansando de la fuerte subida, el Sol calienta el cuerpo agradablemente, es un momento para que hable el silencio y dejar volar la imaginación. El silencio es roto por una pareja de ruidosas ardillas, sus movimientos rápidos, casi frenéticos me devuelven a la realidad, me recuerdan que pronto tendré unos días de vacaciones y aún no sé lo que voy hacer. Son en abril, es poco tiempo si quiero organizar algo. Desde primero de año me ronda por la cabeza la figura del Cid, el culpable, un articulo sobre el IX centenario de la muerte de don Rodrigo. Quizá sea un buen viaje, por que no.
Cuando alguien trata de hacer la reseña de un viaje vive éste tres veces, al prepararlo, al realizarlo y cuando a su termino lo escribes. Se disfruta así más intensamente.
Hay poco tiempo, el trabajo la familia y demás quehaceres cotidianos nos adsorben de tal manera que apenas nos queda tiempo para otras cosas. Tengo que buscar información sobre la ruta, beber en las fuentes literarias, históricas y geográficas para formarme una idea preliminar del recorrido. En un principio supuse que con el Cantar de Mio Cid seria suficiente, poco a poco te vas enredando y compruebas que necesitas más información a través de Internet encuentro que los amigos "canarios" ya han realizado el viaje y dan todo tipo de información sobre la ruta. También descubro el libro de Luis Markina El Camino de El Cid en Bicicleta, y otras paginas de las distintas Comunidades Autónomas como por ejemplo "tierras del Cid". Pero no sería hasta la realización del viaje cuando realmente el poema alcanzó todo su esplendor; los parajes, aldeas, ciudades y fortalezas que mencionan los poetas castellanos parecen hoy lugares en que el tiempo se ha detenido. Viajando en un vehículo como la bicicleta por estos solitarios y silenciosos paramos es fácil imaginarse a las huestes del desterrado caballero cabalgando hacia el horizonte.