Anoche entre tapa y tapa, -buenísima la
oreja de cerdo-, visite la ciudad dejándome arrastrar hacia las
torres iluminadas como las polillas hacia la luz. Teruel son sus
torres, la de la Catedral, El Salvador, San Martín y San Pedro.
El mudéjar, los moriscos fueron maestros en este arte, una fusión
entre el gótico y el Islam, entre la cerámica y el ladrillo,
entre la estilizada piedra y el macizo ladrillo.
La Catedral, constituida como tal en el
siglo XVI, fue primero iglesia de Santa María de la Media Villa
(1176), después Colegiata en 1342. Con su artesonado se pueden
consumir horas siguiendo sus intrincados dibujos. Su torre de
finales del XII, todavía tiene influencias románicas, pero será
el mudéjar el que alcance todo su esplendor. De ladrillo y
cuadrada, con basamentos y esquinales de piedra. Roja, por el
barro cocido, verde, negra y melada por su cerámica.
Pero será San Pedro la que acapare mi atención, su torre también
de planta cuadrada con arcos de medio punto entrecruzados y los
frisos de esquinillas con fustes de cerámica de las series más
antiguas, la morada y verde. La iglesia de nave gótica
aplastada, en su interior destaca el altar mayor con su tallado
en madera, pero sobre todo la capilla de San Cosme y San Damián
con el magnifico retablo de Gabriel Joly, marco perfecto para el
sepulcro de dos amantes, Juan Diego e Isabel, que fue
descubierto en 1560.
La triste leyenda de estos amantes como
todas las grandes historias de amor, fue frustrada por la
intransigencia y el egoísmo. Juan Diego Martínez Marcilla y doña
Isabel de Segura se amaban. Rechazado por la familia de ella,
por su escasa fortuna, el pretendiente pide un plazo de cinco años
para enriquecerse y volver a desposar a Isabel. Pero cuando
transcurrido el plazo regresa, se encuentra que Isabel ha sido
casada con un noble de Albarrazín, hermano del Señor de Santa
María. Un beso, solo eso, es lo que pide el amante burlado, un
casto beso, que pondrá final al desenlace trágico de la
historia. Despechado don Diego no puede soportar la angustia de
verse privado por más tiempo de su amor y muere de dolor.
En San Pedro se ofician los funerales, la
iglesia atestada, todo Teruel y alrededores han acudido al
sepelio, el féretro al pie del altar, los rezos de las mujeres
llenan la atmósfera y los llantos de las plañideras desgarran
el aire;
-¿Que ocurre quien es?- una mujer,
envuelta en un velo negro que le cubre la pálida cara, corre
hacia el féretro y al llegar se arrodilla junto a él.
-Amor mío quiero darte el beso que en vida
te negué-, lo hace y al instante cae muerta junto a él.
El día amanece extraño, la atmósfera presenta un aspecto
blanquecino, opalino, sin sol, frío y desagradable, espero que
mejore cuando empiece a calentar el astro rey. Me acerco a la
estación de RENFE para ver a Pedro Abad, un gran amante de la
bicicleta, que junto a la Plataforma por la Defensa y Desarrollo
del Ferrocarril en Teruel, han confeccionado una serie rutas por
laprovincia de Teruel combinando el tren con la bici. Me sugiere una ruta que
partiendo a unos kilómetros de la capital aprovecha la antigua
vía minera que unía Teruel con el puerto de Sagunto.
Actualmente algunos tramos de esta vía en la zona del Alto
Palancia están habilitados como rutas verdes. Es una pena que
el Estado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, no se pongan
de acuerdo a la hora de poner en valor algo que fácilmente y
con una inversión mínima (la infraestructura ya esta hecha)
nos pondría en el ámbito europeo. Iniciativas que engarcen
esta infraestructura con las políticas de promoción del
desarrollo rural, de turismo activo, potenciando la hostelería,
el ocio, y la educación medioambiental, reduciendo el paro
local y el éxodo de las zonas rurales. Recuperar el patrimonio
arquitectónico vinculado a dicha infraestructura, hoy
abandonado para su utilización turística, educativa o
cultural.
Salimos de Teruel hacia la nacional 234
para junto al hipermercado coger una pista paralela a la
carretera, par desviarnos poco después a nuestra izquierda en
dirección a Fuente Cerrada, lugar de esparcimiento entre pinos
que todo el mundo conoce en Teruel. Pasado este lugar llegamos a
un imponente viaducto al que accedemos con más facilidad por
nuestra izquierda y ya estamos en la dirección correcta.
Pedaleamos por un paraje en que lo más
destacable es el silencio, al coger altura podemos contemplar a
lo lejos el esfuerzo de titanes que los camiones, a través de
la serpenteante subida, hacen para coronar el puerto del
Escandón.
Nosotros suavemente, casi sin enterarnos vamos cogiendo altura,
por la magnifica pista del antiguo ferrocarril minero. Pero como
todo no va a ser fácil ni bucólico, nos llega nuestro
merecido, por osados, a quien se le ocurre utilizar medios de
transporte alternativos para viajar. A partir de un determinado
momento la hermosa pista recupera su antigua fisonomía, solo le
faltan traviesas y carriles, las piedras están todas. No nos
queda mas remedio que continuar por encima del balasto, con
nuestras pesadas alforjas, hay momentos que queramos o no, nos
los tenemos que tomar con estoicismo.
Llegamos al puerto del Escandón y de nuevo
a la civilización; nacional 234, camiones humeantes, ruidosos,
llenos de peligro. La cruzamos, continuamos a su lado, paralelos
a ella, la volvemos a cruzar una y otra vez, odiándola, con
pasión turbulenta que nos atrapa y nos envuelve en una espiral
sin sentido, menos mal que vamos cuesta abajo.
Nada más pasar la Puebla de Valverde por
la antigua N-243 me cruzo con un vehículo de la benemérita, me
miran extrañados, y como en las películas de serie B
americanas, frenan en seco y dan la vuelta.
-Buenos días, la documentación.
-Buenos días agente, ¿tengo pinta sospechosa?¿exceso de
velocidad?
-Limítese a entregarme la documentación y menos
recochineo.
Opte por el silencio, no fuera a ponerme
una multa por insuficiencia de velocidad. Eran dos muchachos jóvenes
y -de esto estoy seguro- no habían visto nunca a nadie viajando
en bicicleta. Después de un rato de contemplar la documentación
comenzó el tercer grado, en realidad querían saber que hace un
señor, de barba canosa, a mis años, subido en una bicicleta
por aquellos páramos en un día tan desapacible. Les resulto
difícil de entender, si es que acaso lo lograron, que lo
hiciera por placer, por el mero hecho de que me apetecía,
empezamos a sintonizar en la misma longitud de onda cuando les
pregunte por un sitio donde comer en los alrededores, me
recomendaron una gasolinera próxima y por su tranquilidad,
almorcé en ella.
En Sarrión, vuelvo a recuperar el antiguo
ferrocarril minero. A la salida de esta población, en un pequeño
ramblizo, pasando por debajo de la vía de RENFE, accedemos a la
infraestructura que nos llevara hasta Barracas. No podemos decir
que este en inmejorables condiciones, pero se puede circular, en
algunos tramos todavía persiste el balasto, pero no todo va a
ser perfecto. Circularemos en un entorno de campos de cereal
salpicados de rechonchas y viejas encinas, donde abundan las
plantas aromáticas y ¡las tormentas!.
Me persiguieron a lo largo de este tramo, con perseverancia y ahínco, tratando de
conseguir su misión, la de mojarme, pero no lo lograron,
afortunadamente pude esquivarlas a todas. En este tramo
tendremos que estar atentos para no perdernos, hay momentos en
que tendremos que abandonar la vía y seguir por pistas
adyacentes hasta la carretera de Manzanera, por la que giraremos
a nuestra izquierda, hasta el puente con el antiguo ferrocarril,
que seguiremos de nuevo a partir de aquí. Un impresionante túnel
de 394 m. nos espera, seguido de un magnifico viaducto sobre el
río Albentosa, realizado en piedra de sillería con una
longitud de 180 m., 48 m. de altura y 20 m. de luz. Recomendable
hacer un alto en este puente y contemplar la hoz del Albentosa y
su extraordinario bosque de ribera. Cerca ya de Barracas
tendremos que abandonar a nuestra entrañable compañera y por
pistas paralelas a la vía de RENFE y a la N-234 llegar a esta
población.
Una serie de carteles indicadores nos muestran diversos
itinerarios por la comarca del Alto Palancia, algunos tramos
coinciden con nuestro viaje, pero estoy cansado y se acaban las
vacaciones, el tiempo tan desapacible también influye en mi
decisión de acortar dentro de lo posible el trayecto hasta
Valencia.
Pasar la tarde esquivando tormentas y
machacándome los riñones sobre el balasto tiene sus
consecuencias, estoy muy cansado. Para entrar en calor entro en
un bar de la Carretera. El local, en penumbra, casi a oscuras.
Detrás de la barra una muchacha mulata, que llamaba la atención
por su poderoso pecho que el generoso escote dejaba ver casi al
completo.
-Buenas tardes, dije.
-Buenas tardes mi amor... me dijo con ese
tonillo tan dulce que se gastan al otro lado del Atlántico
-café con leche por favor.
-¿café con leche... ?, preguntó con
estupor.
No podía comprender que una persona con una
indumentaria tan extraña, de colores chillones, en aquel lugar,
le pidiera esta bebida. Después lanzo una mirada a su izquierda
e inmediatamente hicieron su aparición tres muchachas más. No
se podían perder aquel acontecimiento, después de los primeros
momentos de suspicacia, comenzó el tercer grado. Que de donde
venia..., a donde iba..., de donde era..., si me dejaba mi mujer..., si tenia hijos..., etc..., pacientemente mientras
tomaba el café, respondí a todas sus preguntas. Les resultaba
muy divertido y desconcertante, que viajara en bici cuando lo
podía hacer en coche (más rápido y confortable). Creo que no
me creyeron del todo hasta que, acompañándome a la puerta,
vieron con sus propios ojos la bicicleta. Me despidieron con
cariño deseándome buen viaje, seguían sin comprender porque
viajaba en bicicleta.
Después del "calor humano" del
interior volver al desapacible, frío y neblinoso día sé hace
cuesta arriba, pero en un viaje siempre hay que elegir, las
circunstancias nos obligan. Pedaleo por la antigua nacional, con
su asfalto perfecto y sin tráfico, una delicia después de los
pedregales anteriores y, llegamos a las Cuestas de Ragudo
(1007), estupenda bajada para nosotros solos. ¡Ojo! al final,
en el cruce con el ferrocarril la carretera esta cortada,
asfalto incluido, por una valla de carriles de acero.
Masias Blancas, Masias de Parrela, Masada
del Sordo, Masias del Cristo, pequeñas poblaciones que
atravesamos antes de Viver, a continuación Jérica, con su
torre mudéjar de estilo aragonés y entre ambas los derruidos
lienzos del castillo, recortándose contra las nubes. Viejas
paredes negras sobre oscuros montes, a sus pies las limpias
aguas del Palancia.
Nos dirigimos a Segorbe a través de
Navachiles, Masia Paredes y Navajas. Vamos a recorrer la fértil
vega que forma el río en esta zona, agricultura de minifundio,
huerta tradicional que los hombres cuidan con primor y
paciencia, que riegan con aguas sin contaminar, que aun conserva
todo su sabor.
Tres mil moros envía el rey de Valencia
Tamín, que pernoctan en Segorbe, cuando van al asedio del
castillo de Alcocer que con una treta a conquistado el Cid.
Tres mill moros cavalgan e piensan de andar,
Ellos vinieron a la noch en Segorbe posar.
Entramos en Segorbe por la ribera del río, junto a la fuente de
los Cincuenta Caños.
|