El día amanece más despejado que los
anteriores, el cielo esta cubierto de un intenso azul moteado de
pequeñas manchas blancas, el aire huele a pino, la mañana es
fría, el aliento se condensa en nubecillas efímeras y la nariz
cuan termómetro se torna carmesí. Por fortuna la carretera,
siguiendo el curso del Garganta va tomando altura, lo que ayuda
a superar el frío y calentar el cuerpo, después de un pequeño
altozano tapizado de pinar descendemos a la ribera del
Guadalaviar. Pedaleamos aquí por un terreno fácil y hermoso,
de densas choperas a medio vestir, con pequeñas huertas de
hortalizas. Prados y bosques colonizan las laderas.
Poco a poco el río se encajona entre altas
paredes calizas, serpentea entre la
roca como una serpiente
plateada y la carretera lo sigue como fiel amante, la roca se
cierra sobre nuestras cabezas amenazante, los chopos las
acarician con sus ramas. De pronto, como una visión, y el
viajero se queda estupefacto, vuelvo a cerrar y abrir los ojos
temeroso de que solo sea un espejismo. Por fortuna allí esta,
soberbia y majestuosa, como una corona de rubís sobre la áspera
frente de la montaña. Albarracín.
Situación caprichosa la de este pueblo
encaramado sobre los peñascos, en un meandro que casi formando
una isla a configurado del Guadalaviar, sitio de fácil defensa,
codiciado por unos y otros a lo largo de la historia.
Conjunto histórico-artístico desde 1961,
sobrecoge su peculiar arquitectura popular de casas modestas
construidas con maderos y tabiques de yeso de un color rojizo
característico. Los pisos altos y los tejados se aproximan, en voladizo sobre la calle, casi hasta tocarse en un intento
desesperado por ganar espacio. Las torturadas callejas, se
retuercen vertiginosas, buscando un vano resquicio de amplitud.
Sin un solo metro horizontal, empedradas y oscuras, solo las
macetas de rojos geranios, ayudados por los vivos colores de
puertas y ventanas, alegran las fachadas con un toque de color.
Ya desde el Paleolítico hay vestigios
habitados en la zona, el arte rupestre de Cocinilla del Obispo,
Prado del Navazo, Olivanas, Camino del Arastredero lo confirman.
Las Edades del Bronce y del Hierro, la época celtíbera, la
romana (acueducto excavado en la roca para proporcionar agua a
Cella) nos conducen hasta su periodo de máximo esplendor, la
Edad Media, donde Santa María de Albarrazín es la capital del
reino bereber de los Banu Razín. Taifato Independiente del que
será su primer rey Abu Mohamed Hudail.
El Cid manda que vallan por sus hijas hasta
Molina, pasando por Albarracín
Cavalguedes con çiento guisados pora
huebos de lidiar;
Por Santa María vos vayades passar,
Tras una serie de vicisitudes poco claras,
Albarrazín es cedida a la familia cristiana de los Azagra que
harán de ella un señorío independiente de los reinos de Aragón
y Castilla durante 115 años, con fuero propio. En 1285 es
conquistada definitivamente por Pedro III de Aragón.
Ahíto de historia y después de visitar el castillo, la catedral y
el palacio episcopal, y agotado por el caminar entre sus callejuelas
llega la hora de reponer fuerzas. Como en todo pueblo dominado
por el turismo abundan los lugares para ello, escojo uno al
azar y no me arrepiento, migas con uvas, cordero a la pastora
y para terminar almohábanas de ben Razín.
Salgo de pueblo tomando la primera
carretera a mi derecha para continuar hacia Teruel, este camino
es más escarpado que el de Gea que sigue el curso del
Guadalaviar pero también más bonito.
Dura la subida después de comer, solo
alegrada por el paisaje del Rodeno donde el contraste entre el
rojo de la roca y el verde alegre de los pinos se hace más
evidente. Llego a un área recreativa perfectamente señalizada,
con un pequeño centro de interpretación. Antes de visitar las
pinturas rupestres decido echar una cabezadita junto a una roca
calentado por el tibio sol que se filtra entre los pinos. Ya
repuesto y despejado recorro los distintos abrigos rocosos donde
nuestros antepasados se iniciaron en el arte, no deja de
impresionarme cada vez que veo este tipo de obras con que
intuición y buen gusto estos hombres a los que consideramos
"primitivos" realizan sus pinturas, y como se han
mantenido a lo largo de miles de años en una simbiosis perfecta
con el entorno. ¿Durara algo de lo que nosotros hacemos,
hombres tecnológicos, para las posteridad?. Nosotros que nos
consideramos el ombligo del universo, que vivimos por encima de
la Naturaleza, que adoramos a la Técnica, bien orquestada por
la tecnología sin preocuparnos por el verdadero Yo, por el
Hombre con mayúsculas.
Proseguimos nuestra andadura arropados por
los inmensos pinares que nos rodean. El camino se endurece, el
culpable el puerto de Donarque, que con sus 1.220 metros quiere
ponerme a prueba. No me voy a obsesionar, ni con la subida ni
con el peso del equipaje, la vida nos maltrata ya lo suficiente
como para que nosotros lo hagamos también, decido que voy a
disfrutar, y para eso esta el paisaje, con sus barrancos
impresionantes formados en la caliza, que otras veces
caprichosa, sobresale
mostrando sus grises delicados entre el verde profundo de los
pinos. La carretera de buen asfalto se desliza en suaves
toboganes y fuertes repechos que nos amenizan el viaje. Bajamos
a Bezas y subimos a un altiplano, que esta sembrado de cereal,
pequeños bosques de oscuras carrascas ponen una manchas entre
gris y verde en el rojizo manto del páramo. Descendemos
suavemente hacia Teruel, después de pasar Campillo nos
encontramos casi sin darnos cuenta en el valle que forma nuestro
viejo conocido el Guadalaviar, que pronto cambiara su hermoso
nombre por otro más corto, Turia ya con connotaciones
valencianas. Es tarde, lo primero buscar alojamiento, después
una vuelta y cenar.
El Poema hace esta referencia a Teruel:
Metió en paria
a Daroca enantes,
Desí a Molina, que es del otra part,
La terçera Teruel, que estava delant;
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