Asimilada la información, recogido y
preparado el equipaje y puesta a punto la bicicleta emprendo el
viaje en tren desde Murcia hasta Burgos, haciendo una parada en
Palencia para visitar la exposición Las Edades del Hombre,
desgraciadamente es lunes y esta cerrado, es sorprendente como
un simple error de calculo puede dar al traste con algo
programado con meticulosidad.
Nada que destacar de esta jornada salvo la
profunda decepción que me produce no poder visitar la exposición.
En ocasiones anteriores he visitado las Edades del Hombre de
Valladolid y El Burgo de Osma, quedé profundamente impresionado
al contemplar tal cantidad de obras de arte juntas, normalmente
desperdigadas por toda la región, que de otra manera seria muy
difícil de ver. Como no todo es perfecto, estas obras, sacadas
de su entorno, huérfanas de los lugares que las cobijan,
pierden parte de la magia que las impregna, pero compensa en
parte poder contemplarlas juntas en un único lugar.
Ya en Burgos recorro la ciudad fundada por
Don Diego Rodríguez Porcelos en el año 884. El sabor añejo de
sus viejos barrios le confieren a la ciudad un encanto especial,
la influencia del camino a Compostela se deja sentir en el
variado muestrario humano de sus calles dominadas por la
imponente mole de su catedral gótica.
Es la primera de estilo gótico francés
construida en España. Edificada sobre otra anterior románica,
en el año 1221 se comienza a construir bajo el reinado de
Fernando III el Santo siendo obispo Don Mauricio, terminándose
las obras a finales del siglo XVI. La fachada principal está
enmarcada entre sus dos torres rematadas por sus esbeltas
agujas, algo menos caladas y, más macizas que las de Friburgo
en las que se inspiro Juan de Colonia para su construcción.
Esta dedicada a Santa Maria la Mayor con planta de cruz latina,
con tres naves, sobre el crucero se alza un soberbio cimborio octogonal.
Entre las capillas, la del Condestable,
debe su nombre a que fue financiada por el condestable de
Castilla, Pedro Hernández de Velasco, es la obra maestra de
Juan de Colonia y su hijo Simón.
El poema refleja la entrada de don Rodrigo
en Burgos con estos hermosos versos:
Mio Çid Roy Díaz,
por Burgos entróve,
En sue conpaña sessaenta pendones;
Exien lo veer mugieres e varones,
Burgueses e burguesas, por las finiestras sone,
Plorando de los ojos, tanto avien el dolore.
De las sus bocas todos dizían una razóne:
"Dios, qué buen vasallo, si oviesse buen señore!
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