Dormí espléndidamente acunado por el
golpeteo de la lluvia y el cansancio me hizo ignorar la
escandalera que le furor de los truenos producía.
Después del desayuno comprobé el estado del
cielo, presentaba un aspecto inhóspito, oscuro y enojado, la
fealdad del día deshace todo atisbo de curiosidad y no subo al
casco viejo. He visitado Medinaceli en otras ocasiones recorriendo
sus viejas piedras que fueron primero celtíberas, después romanas (Ocilis)
y pasaron de manos según los avatares de la historia
siendo unas veces musulmanas otras cristianas. En la Plaza Mayor
hay placa dedicada al Cid, en el escudo figura el caballero del
Sol, se supone que Alvar Fañez de Minaya, lugarteniente y sobrino
del Cid. Desde esta villa el moro Abelgabón escolto a la esposa e
hijas del Cid, doña Jimena, doña Sol y doña Elvira, hasta
Valencia.
Como el camino nos incita a seguir adelante,
reanudamos nuestro viaje, no sin pesadumbre por no haber visitado
la tarde anterior el museo paleontológico de Ambrona. Por el
valle del Arbujuelo salimos de la villa ducal, pasadas las
antiguas salinas de Medinaceli comenzamos una larga subida que nos
llevara otra vez a los "dichosos" paramos. El viento que
al principio soplaba fuerte pero soportable, aúlla ahora sobre
las carrascas, chaparras y pegadas al terreno como para ofrecer la
menor resistencia. No se ven pájaros ni otros animales, la
soledad invade nuestro animo. Se hace duro avanzar con la
bicicleta contra el viento. Un sonido se mezcla con el silbido del
viento, poco a poco se perfila con mayor nitidez, no logro
adivinar que lo produce, se va haciendo más perceptible a medida
que avanzo, la emoción ante lo desconocido, me embarga. Por fin
descubro el origen del sonido con una gran decepción, una
solitaria, oxidada y desvencijada señal de tráfico, colgando de
un solo tornillo golpea una y otra vez con el poste metálico que
la sostiene, a parte del viento es el único sonido que se puede
percibir en el páramo.
Baja la intensidad del viento, y comienza a
caer agua-nieve, poco después es sustituida por granizo que
golpea monótono sobre el casco, ni un pueblo a la vista, solo páramo.
Los meteoros van cambiando caprichosos mientras avanzo
penosamente, el páramo, otra vez se muestra implacable. A lo
lejos unas antenas de televisión dominan el horizonte, nos muestran el camino;
que se hará interminable, pedalada tras pedalada hasta superarlas. Antes
pasaremos algunos pueblos ya en la provincia de Guadalajara,
Maranchon y Ciruelos del Pinar, que no tiene ni pinos ni ciruelos.
Después Mazarete y Anquela del Ducado. Abandonamos la carretera
general comenzando una fuerte subida hacia Torremocha del Pinar,
preguntándome porque la llamarían así. No se ve un solo pino
por los alrededores, abundan los quejigos y las carrascas, pero no
las confieras, hasta ahora no he visto nada de las famosas pinadas
sorianas, y ya estoy en la provincia de Guadalajara. Ya cercano el
pueblo los pinos empiezan a ser numerosos, pero nada que
justifique el topónimo, descendemos por un valle que esta vez si,
se viste con el alegre verde de los pinos. Cada vez hay más, con
dificultad la carretera, se va abriendo paso a través del valle,
pedaleo arropado por enormes confieras, por fin desde que comenzó
el viaje me deslizo entre un mar de pinos, un bosque de un verde
intenso, profundo, tupido y armonioso. Los gorriones tenían un
escándalo de mil demonios aquella tarde, a la salida de una curva
me detuve a contemplarlos. En un matorral en el que había más pájaros
que hojas, saltaban de una rama a otra, histéricos, enloquecidos,
ensordecedores, tal era el ajetreo que tenían que no reparón en
mi presencia, era algo insólito que nunca había visto.
Al igual que el paisaje, el día también ha
mejorado, el sol logra abrirse paso en su lucha con las nubes y
sus rayos logran penetrar a través de las copas de los árboles,
es un cambio agradable. Llegamos casi sin darnos cuenta a la vega
del río Gallo, Corduente y su castillo nos esperan antes de
entrar en el impresionante Desfiladero de la Hoz. Este barranco
formado por el río Gallo en siglos de pelea con la roca forma
espectaculares farallones rojizos, inmensas moles de piedra que
amenazantes se elevan sobre nuestras cabezas. Las truchas no
parecen impresionadas por la solemnidad del lugar, alegres y
saltarinas viven ajenas a nuestro devenir.
Volvemos sobre nuestros pasos, después de
visitar la ermita de la hoz y reponer fuerzas en su restaurante,
para retomar nuestro camino. La vega del Gallo con sus choperas aún
sin hojas nos conduce en un suave pedaleo hasta la siguiente
sorpresa, un recio alcázar árabe sobre un cerro dominando la
capital de señorío de Molina de Aragón, como la llaman los
aragoneses o Molina de los Caballeros para los castellanos y también
la Mediolum celtibérica.
Vayades a Molina, que iaze más adelant,
Tiénela avengalvón, mio amigo es de paz,
En el transcurso del año 1104 Alfonso VI de
Castilla y Pedro I de Aragón acordaron qué lugares de
reconquista corresponderían a cada reino. La tierra de Molina
decidieron ocuparla y partírsela por la línea divisoria de aguas
del Ebro y del Tajo.
Después de suceder a su hermano Pedro I,
Alfonso I de Aragón, conquisto la ciudad en el año de 1129,
desplazando hacia Cuenca a los habitantes que no se sometieron. Su
reinado en constantes luchas contra los Almorávides le dieron el
sobrenombre de El Batallador. En 1118 tomó Zaragoza y realizó
grandes conquistas en el valle del Ebro. Valencia, Murcia y
Andalucía tampoco se libraron de su empuje, en 1125-1126 emprendió
una importante expedición liberando a numerosos mozárabes que,
posteriormente, repoblaron el valle del Ebro. Insistió en la
repoblación Manrique de Lara, Capitán General de Alfonso VII de
Castilla que no quería ver cercenados sus derechos sobre el Señorío
de Molina, y lo hizo con hidalgos e infanzones de Castilla y de León
pero sobretodo de Vizcaya, apellidos como; Viorreta, Azpicueta,
Elgueta, Arregui, Iturbe son corrientes el la ciudad. Quedó así
establecido el Señorío independiente de Molina de los
Caballeros, regido mediante fuero por el Conde Don Manrique de
Lara.
También
aquí, lloró Cabrera su derrota. El tigre del Maestrazgo que
había conducido victoriosas a las tropas carlistas como jefe
militar del bajo Aragón cayo derrotado por las tropas liberales
del general Palarea.
Después de conseguir alojamiento me abandono
en un paseo por las calles de esta histórica villa, entre los señoriales
edificios uno se siente transportado a la edad media, las viejas
piedras nos hablan de otra época, de hombres broncos y vitales.
Camino despacio, saboreando el momento, de pronto escucho un
alboroto en el barrio de la judería, al acercarme compruebo como
la gente grita:
- Minaya y la
Damas, vienen con los caballeros, las hijas del desterrado están
aquí.
El moro Abelgabón
lo dispone todo para recibir al caballero.
- Pronto quede
todo bien serbió y sin fallo, de cuanto quisieran, no tubieran
falta, hasta las herraduras han de cambiar. A Minaya y a las damas
¡Dios hay que honrrar!. A Valencia las he de acompañar,
serbirlas he sin falta, de ellos nada tomar , solo de lo mio he
de gastar.
- Entrad en Molina, vasallos de mi amigo natural!.
Sabed que vuesa llegada a mí me place y no me da ningún pesar
|
|
|