camino del cid
Quinta Jornada: Medinaceli - Molina

 

Dormí espléndidamente acunado por el golpeteo de la lluvia y el cansancio me hizo ignorar la escandalera que le furor de los truenos producía.

Después del desayuno comprobé el estado del cielo, presentaba un aspecto inhóspito, oscuro y enojado, la fealdad del día deshace todo atisbo de curiosidad y no subo al casco viejo. He visitado Medinaceli en otras ocasiones recorriendo sus viejas piedras que fueron primero celtíberas, después romanas (Ocilis) y pasaron de manos según los avatares de la historia siendo unas veces musulmanas otras cristianas. En la Plaza Mayor hay placa dedicada al Cid, en el escudo figura el caballero del Sol, se supone que Alvar Fañez de Minaya, lugarteniente y sobrino del Cid. Desde esta villa el moro Abelgabón escolto a la esposa e hijas del Cid, doña Jimena, doña Sol y doña Elvira, hasta Valencia.

Como el camino nos incita a seguir adelante, reanudamos nuestro viaje, no sin pesadumbre por no haber visitado la tarde anterior el museo paleontológico de Ambrona. Por el valle del Arbujuelo salimos de la villa ducal, pasadas las antiguas salinas de Medinaceli comenzamos una larga subida que nos llevara otra vez a los "dichosos" paramos. El viento que al principio soplaba fuerte pero soportable, aúlla ahora sobre las carrascas, chaparras y pegadas al terreno como para ofrecer la menor resistencia. No se ven pájaros ni otros animales, la soledad invade nuestro animo. Se hace duro avanzar con la bicicleta contra el viento. Un sonido se mezcla con el silbido del viento, poco a poco se perfila con mayor nitidez, no logro adivinar que lo produce, se va haciendo más perceptible a medida que avanzo, la emoción ante lo desconocido, me embarga. Por fin descubro el origen del sonido con una gran decepción, una solitaria, oxidada y desvencijada señal de tráfico, colgando de un solo tornillo golpea una y otra vez con el poste metálico que la sostiene, a parte del viento es el único sonido que se puede percibir en el páramo.

Baja la intensidad del viento, y comienza a caer agua-nieve, poco después es sustituida por granizo que golpea monótono sobre el casco, ni un pueblo a la vista, solo páramo. Los meteoros van cambiando caprichosos mientras avanzo penosamente, el páramo, otra vez se muestra implacable. A lo lejos unas antenas de televisión dominan el horizonte, nos muestran el camino; que se hará interminable, pedalada tras pedalada hasta superarlas. Antes pasaremos algunos pueblos ya en la provincia de Guadalajara, Maranchon y Ciruelos del Pinar, que no tiene ni pinos ni ciruelos. Después Mazarete y Anquela del Ducado. Abandonamos la carretera general comenzando una fuerte subida hacia Torremocha del Pinar, preguntándome porque la llamarían así. No se ve un solo pino por los alrededores, abundan los quejigos y las carrascas, pero no las confieras, hasta ahora no he visto nada de las famosas pinadas sorianas, y ya estoy en la provincia de Guadalajara. Ya cercano el pueblo los pinos empiezan a ser numerosos, pero nada que justifique el topónimo, descendemos por un valle que esta vez si, se viste con el alegre verde de los pinos. Cada vez hay más, con dificultad la carretera, se va abriendo paso a través del valle, pedaleo arropado por enormes confieras, por fin desde que comenzó el viaje me deslizo entre un mar de pinos, un bosque de un verde intenso, profundo, tupido y armonioso. Los gorriones tenían un escándalo de mil demonios aquella tarde, a la salida de una curva me detuve a contemplarlos. En un matorral en el que había más pájaros que hojas, saltaban de una rama a otra, histéricos, enloquecidos, ensordecedores, tal era el ajetreo que tenían que no reparón en mi presencia, era algo insólito que nunca había visto.

Al igual que el paisaje, el día también ha mejorado, el sol logra abrirse paso en su lucha con las nubes y sus rayos logran penetrar a través de las copas de los árboles, es un cambio agradable. Llegamos casi sin darnos cuenta a la vega del río Gallo, Corduente y su castillo nos esperan antes de entrar en el impresionante Desfiladero de la Hoz. Este barranco formado por el río Gallo en siglos de pelea con la roca forma espectaculares farallones rojizos, inmensas moles de piedra que amenazantes se elevan sobre nuestras cabezas. Las truchas no parecen impresionadas por la solemnidad del lugar, alegres y saltarinas viven ajenas a nuestro devenir.

Volvemos sobre nuestros pasos, después de visitar la ermita de la hoz y reponer fuerzas en su restaurante, para retomar nuestro camino. La vega del Gallo con sus choperas aún sin hojas nos conduce en un suave pedaleo hasta la siguiente sorpresa, un recio alcázar árabe sobre un cerro dominando la capital de señorío de Molina de Aragón, como la llaman los aragoneses o Molina de los Caballeros para los castellanos y también la Mediolum celtibérica.

Vayades a Molina, que iaze más adelant,
Tiénela avengalvón, mio amigo es de paz,

En el transcurso del año 1104 Alfonso VI de Castilla y Pedro I de Aragón acordaron qué lugares de reconquista corresponderían a cada reino. La tierra de Molina decidieron ocuparla y partírsela por la línea divisoria de aguas del Ebro y del Tajo.

Después de suceder a su hermano Pedro I, Alfonso I de Aragón, conquisto la ciudad en el año de 1129, desplazando hacia Cuenca a los habitantes que no se sometieron. Su reinado en constantes luchas contra los Almorávides le dieron el sobrenombre de El Batallador. En 1118 tomó Zaragoza y realizó grandes conquistas en el valle del Ebro. Valencia, Murcia y Andalucía tampoco se libraron de su empuje, en 1125-1126 emprendió una importante expedición liberando a numerosos mozárabes que, posteriormente, repoblaron el valle del Ebro. Insistió en la repoblación Manrique de Lara, Capitán General de Alfonso VII de Castilla que no quería ver cercenados sus derechos sobre el Señorío de Molina, y lo hizo con hidalgos e infanzones de Castilla y de León pero sobretodo de Vizcaya, apellidos como; Viorreta, Azpicueta, Elgueta, Arregui, Iturbe son corrientes el la ciudad. Quedó así establecido el Señorío independiente de Molina de los Caballeros, regido mediante fuero por el Conde Don Manrique de Lara.

También aquí, lloró Cabrera su derrota. El tigre del Maestrazgo que había conducido victoriosas a las tropas carlistas como jefe militar del bajo Aragón cayo derrotado por las tropas liberales del general Palarea.

Después de conseguir alojamiento me abandono en un paseo por las calles de esta histórica villa, entre los señoriales edificios uno se siente transportado a la edad media, las viejas piedras nos hablan de otra época, de hombres broncos y vitales. Camino despacio, saboreando el momento, de pronto escucho un alboroto en el barrio de la judería, al acercarme compruebo como la gente grita:

- Minaya y la Damas, vienen con los caballeros, las hijas del desterrado están aquí.

El moro Abelgabón lo dispone todo para recibir al caballero.

- Pronto quede todo bien serbió y sin fallo, de cuanto quisieran, no tubieran falta, hasta las herraduras han de cambiar. A Minaya y a las damas ¡Dios hay que honrrar!. A Valencia las he de acompañar, serbirlas he sin falta, de ellos nada tomar , solo de lo mio he de gastar.

- Entrad en Molina, vasallos de mi amigo natural!. Sabed que vuesa llegada a mí me place y no me da ningún pesar

 

Guía Práctica

Salida: Medinaceli
Llegada: Molina
Época: Todo el año.
Porcentaje de ciclabilidad: 100%
Dificultad: Media
Distancia: 90 Km.

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