Fuentes
Se sale del pueblo cruzando un puentecillo, por el camino que
deja la iglesia a la izquierda y continúa junto al río.
Pronto sobre un murallón calizo se distingue el caserío de la
Atalaya de Cuenca, pero antes, a su derecha se encuentra la
hermosa laguna de Cedazos. El viajero, ante tanta belleza, se
para, permanece un buen rato quieto, se empapa de la magia del
lugar. Brilla la laguna con los primeros rayos del sol. La luz
se filtra y descompone en múltiples tonos entre los carrizos.
Unos patos se deslizan silenciosamente por el espejo plateado de
la laguna, los pájaros silban entre los árboles rompiendo el
silencio. Al viajero le gustaría perpetuar el momento. Continúa.
No todo es perfecto.
¡Ojo! Recomienda el viajero que pasado el caserío, se este muy
atento a la señalización, se descartan los dos primeros caminos
que salen a la izquierda, que se dirigen a Arcas al Oeste, para
coger el tercero; hacia el Norte, entre pinos y atravesar un
sembrado, o un rastrojo, dependerá de la época del año. No se
corte el viajero, es el camino de Mohorte, que tras una bajada
le dejara en la población. Se sigue dirección a la Melgosa por
la vega del Moscas y paralelos al río.
Desde esta población y hasta la entrada de Cuenca se puede optar
por la N-320, o atravesar la N-420 y la vía del tren, para
entrar en la ciudad por el camino de Cañete.
El viajero, semanas antes, estuvo en
Cuenca. Disfrutó sus
intrincadas callejuelas, empinadas cuestas y vertiginosos
miradores. Dio cuenta de cuantos morteruelos, zarajos, chorizos
y chuletillas le pusieron. Regó todo con alegría y abundancia
del vinillo de la Manchuela, endulzo el paladar con alajú y
zanjó la pitanza con el digestivo resoli. Decide no detenerse en
la ciudad y adelantar camino.
Para salir, busca la carreterilla de
Noales, junto a un
moderno centro comercial.
En
Tondos se acaba la carretera. Fuente y poco más
encuentra en el pueblo. Sigue. Una subida y una bajada lo llevan
a la carretera de
Bascuñana. Pueblo de pocos vecinos, de cierto
empaque, con iglesia y fuente.
Comienza aquí una fuerte subida, arriba, en una curva a
derechas, se abre un vallecillo a la izquierda. Por él debe
bajar el viajero. La bajada, fuerte. El camino con grandes
regueros se lo pondrá difícil. El viajero sigue todo el vallejo
de las Viñas, cuando se abre; llega a un sembrado, lo rodea por
la derecha hasta llegar a Torralba.
Ha pasado el viajero un mal trago en este tramo. Las últimas
flechas que ha visto han sido a la salida de Bascuñana, después,
se ha dejado guiar por las marcas de GR hasta llegar al fondo
del vallejo. Cuando este se empieza a abrir; la pista principal,
asciende la ladera derecha del valle. Otras dos; salen por la
izquierda, y otra más por el mismo cauce del torrente, todas
ellas de peor firme que la que trae. Ni una sola marca, al menos
el viajero no las encuentra. Las busca recorriendo los primeros
tramos de cada una. Nada, ni una marca, ni una flecha.
Lugar solitario donde el silencio adquiere entidad propia. Nada
se oye, ni siquiera los pájaros se atreven a romperlo. Cuando
todo parece pedido, el silencio es roto por el motor de un
vehículo. Llega una pareja de agricultores a controlar unos
nogales. Salvado por la campana.
- Buenas, para ir hasta Torralba.
- Sigua usted por el sembrado, ya vera el camino y sin dejarlo
hasta el pueblo.
El viajero, “bien mandao”, continua los primeros metros por el
torrente hasta llegar al sembrado, se intuye por la derecha algo
entre la siembra que pudiera ser un camino. Lo sigue. Avanza
entre surcos hasta que el camino se dibuja más nítidamente.
Continúa hasta el pueblo.
Torralba, recorre el viajero someramente la población,
actualmente en un importante proceso de reconstrucción. El
cerro, coronado por un castillo, horadado por multitud de
cuevas-bodegas típicas de la zona.
Desde Torralba, camino, río y carretera continúan juntos. Decide
el viajero dar descanso a sus posaderas y tranquilidad a su
espíritu y continuar por la carretera. Cruza el Albalate y se
dirige a la población del mismo nombre.
Valdeolivas
Albalate de las Nogeras fue población bereber; la iglesia
corona un pequeño cerro, a su alrededor el caserío. Aquí se unen
el dos ríos, no tiene el viajero claro cuales son, y forman una
hermosa vega. Son las puertas de la Alcarria. La belleza del
paisaje desde la carretera no mengua la que pueda tener el
camino.
Villaconejos, pueblo, como todos los de la Alcarria,
encaramado en un cerro, y como todos con sus cuevas-bodega.
Buena parte de sus vecinos se dedica al trabajo del mimbre.
Si no se equivoca el viajero, que bien pudiera ser, el Albalate,
tras recibir las aguas de un afluente, se transforma en el
Trabaque. Poco después se le une el Escabas y van a rendir aguas
al Guadiela poco antes de Albendea. Entre todos forman una
hermosa vega plagada de mimbreras, que según la época del año;
presentan diferentes tonalidades entre el verde veraniego y el
rojo invernal.
Albendea, el pueblo presenta una atractiva imagen desde
la carretera, a su pesar, el viajero continúa su camino, se hace
tarde y el sol ya declina en el horizonte.
Valdeolivas aparece de golpe, con su torre románica,
cuadrangular, única en la Alcarria. Su iglesia del s. XIII
presenta un interesante ábside presidido por el Pantocrator
rodeado de tetramorfos y un grupo de apóstoles a cada lado.
Interesante la nave lateral, más antigua, con extraños capiteles
antropomorfos.
Los kilómetros, y la noticia de la reciente apertura de un
hotel, deciden al viajero a hacer noche en el lugar.