“... Todo estaba dispuesto, aunque nadie lo supiera porque la vida
no avisa...”
Así da comienzo
el libro de J. L. Sanpedro El río que nos lleva, y serán
también las que den comienzo a nuestro relato.
El viajero ha buscado información, ojeado algunos mapas, pero
sobre todo ha leído a J.L. Sanpedro. Leído su libro El río que nos
lleva. Este libro no cuenta: es, la historia de los gancheros.
Hombres; pastores de troncos, que año tras año trasladaban –hasta
que el mundo los dejo- miles de pinos río abajo hasta Aranjuez.
Supervivencia, humanas pasiones, naturaleza. Unasola palabra, vida.
Las constreñidas aguas del Alto Tajo. Angostas gargantas entre
imponentes paredes calcáreas que el río ha ido abriendo con fuerza,
tesón y rabia hasta horadar la dura roca, las Alcarrias, los meandros
del Tajo medio, las apacibles riberas de Aranjuez, serán su paisaje.
Dice Cela en Viaje a la Alcarria
“... Sí; sin duda
alguna, las regiones naturales. Los ríos unen y las montañas separan,
es la vieja sabiduría: no hay otra división que valga...”.
El Tajo une. Nos lleva siguiendo su curso como lo hicieron los
gancheros, solo que a lomos de una bicicleta. Despacio. Viviendo el
paisaje, un viaje todavía a escala humana. Al viajero le gustaría
tener más tiempo, por desgracia, lo que pretende el alma se lo niega la
sociedad.
Ajetreo, preparativos, últimas compras. Todo preparado.
El viajero madruga mucho, cojera el tren para Valencia. Aun es de noche
y no hace mucho frío, es suave el invierno en Murcia. El ronroneo de
los motores, la falta de descanso, la confianza en el destino, le hacen
dormir.
En Valencia una mala programación de horarios –ajena al viajero- le
hacen pasar la mañana en la capital del Turia.
¡Por fin Teruel!. Oscurece. Frente a la estación, busca el
viajero acomodo en la fonda. Todo un día le ha costado llegar hasta
aquí, cuando con medio hubiera sido bastante.
Unas llamadas de teléfono, abrazar al amigo Pedro Abad, cenar y a
dormir, mañana será un día largo.