Día primero, de cómo va de Reinosa a Polientes.
Escarchea la mañana y el incipiente sol arranca destellos a la nieve de los altos de Campoo. El viajero siente entumecidas las orejas y decide cambiar el pañuelo que le cubre la cabeza bajo el casco, por un gorro que le cubra las ternillas.
El Ebro, que aflora abundante tras las últimas lluvias, corre juguetón entre los prados seguido una serpenteante hilera de chopos. Con caminar poderoso recorrerá más de 900 kilómetros hasta rendir sus aguas en el Mediterráneo, al otro lado de la Península. El viajero desciende hacia Reinosa atravesando Campoo de Suso y se detiene en Villacantid; quiere visitar el centro de interpretación del románico alojado en la iglesia de Santa María la Mayor. Por desgracia desde primeros de mes solo abre, sábados, domingos y festivos. Lo tendrá que dejar para otra ocasión.
Ya en Reinosa desayuna donde Vejo, quesada y pantortilla –es una especialidad repostera propia de Reinosa; de forma plana y elíptica, hecha de hojaldre con una capa de azúcar caramelizada en su parte superior. Dicen los maledicentes, que las de Vejo son las mejores-. Llena el bidón en la entrañable fuente de la Aurora, al igual que hicieron miles de reinosanos antes que él.
Comienza su pedaleo buscando la margen izquierda del Ebro; pocos metros después, se encuentra una cancela en uve que le obliga a coger la bicicleta en alto, y pasa como puede, él y la bicicleta.
En Bolmir se entretiene en hacer unas fotos de la hermosa iglesia románica de San Cipriano. La carretera sube culebreando entre verdes parados hasta Retortillo y el viajero la sigue para encontrarse, casi sin darse cuenta, a los pies de Juliobriga. Entra en La Domus y recorre; atrium, culina, triclinium, cubiculum, y tabernae, logradas escenografías de los modos de vida de los patricios romanos. También visita el museo donde se exhiben los objetos más representativos aparecidos en las excavaciones arqueológicas. Lo que más le ha gustado ha sido un pequeño pendiente de oro, con un aspecto de lo más moderno. Por ver; ve hasta el video y, cuando sale de allí, es medio día y apenas ha recorrido unos pocos kilómetros.
Entre unas cosas y otras y, alguna sorpresa, llega el viajero a Arroyo. Visita el pantano y junto a la presa hace el solemne juramento de matar a su mecánico. Se explica:
Bajando de Retortillo el freno delantero comienza maullar como un gato en celo, casi no frena, y el viajero se las ve y se las desea para detener la bicicleta sin tener un percance. Observa con estupor el motivo: las pastillas de freno no tienen ferodo. Y no lo entiende. Antes del viaje llevó a revisar la bicicleta, cambió cadena y cables de cambio, mandó revisar las pastillas y cambiarlas si era necesario. Al recoger la bicicleta consulta lo realizado y pregunta por las pastillas. Perfectas –responde el mecánico-.
No será homicidio, será asesinato.
Desconoce el viajero como estará el camino entre Arroyo y Bustasur y decide bajar por la carreta que sigue el cauce del río. Desde esta última población usa una bonita pista que le lleva a Aldea de Ebro.
Fotografía la iglesia del siglo XIII y hasta sube a la espadaña, junto a la campana. Ya junto al pilón, sopesa si tomar el GR o la variante, cuando le saluda un paisano:
-Buenas, ¿qué por el GR? -Buenas, pues sí. Aquí estoy que no sé por cual decidirme.
-Yo de ti, iría por la carretera, por el GR y por la variante hay tramos muy malos para la bicicleta.
-Bueno, -el viajero trata de saber los conocimientos ciclistas de su interlocutor- estas bicis están preparadas para pasar casi por cualquier sitio.
-No; si yo tengo una y he hecho este tramo del camino, pero ya te digo que está muy mal, y menos con las alforjas. Mejor vete por la carretera. Ahora tienes un poco de subida, pero lo demás es todo bajada hasta Polientes. –Responde el paisano-
El viajero más tranquilo y confiado, reanuda su camino por la carretera.
Reacio a este tipo de de consejos, suele guiarse por sus propios criterios, esta será de las pocas veces que hará caso a las sugerencias de los vecinos, normalmente bien intencionados, pero que la mayoría de las veces no se ajustan a las necesidades y peajes a las que obliga un viaje en bicicleta.
La carretera serpentea entre robles en su subida al páramo; para bajar, monótona, hasta enlazar con la que viene del puerto del Pozazal. Hasta Barcena de Ebro, no volverá a reencontrarse con el río. El sol se deja ver entre las ralas nubes, pero no calienta. La mañana ha sido soleada pero fría, a medio día el sol se ha tornado opaco, con una luz gris y triste que incitaba a la melancolía. Ha vuelto a mejorar al final de la tarde con una luz más natural y cálida.
El viajero; nostálgico, al llegar a Campo de Ebro decide desviarse hasta Rebollar, pueblo de nacimiento de su fallecido suegro y que queda a tiro de piedra. Lo visita y sigue por el GR, que se aleja del río, entre arenas y pinos, para reencontrarse con él cerca de Polientes. El puente que da acceso a la población, se encuentra un kilómetro aguas abajo del pueblo.
Salida: Fontibre (Reinosa)
Llegada: Polientes
Época: noviembre de 2011
Porcentaje de ciclabilidad: 100%
Dificultad: Baja
Distancia: 67.2 Km.