Cuarto día
A pesar de los cantos de sirena que anunciaban la finalización de la segunda fase de la Vía Verde de la Campiña para marzo del 2008, no ha sido así.
En otoño del 2009 esta aun por acondicionar, con abundante balasto, transitable gracias a los caminos rurales adyacentes, sin señalización ni mantenimiento.
Salimos de Marchena por el paso a nivel que hay junto a la estación de Adif, paralelos a un inmenso silo, por un camino rural que unas veces va sobre la vía y otras a su lado. El camino que sinuoso se desliza entre las colinas de la campiña sevillana es transitable aunque algo incomodo, no presenta dificultades de orientación ya que el trazado es perceptible con bastante claridad. Los campos presentan una paleta de colores sucios y apagados a la espera de la próxima cosecha. Campos dedicados al cereal sin árboles que rompan la monotonía monocolor de la tierra. La vía pone aquí el contrapunto y alegra sutilmente el paisaje.
Imperceptiblemente la futura vía verde va tomando altura hasta la divisoria de agua del Genil. En lontananza destacan los cuerpos de dos iglesias rodeadas de su encalado caserío: Fuentes de Andalucía. Tomamos unos carajillos mientras Lorenzo recorre el pueblo para compras unas cámaras. Lleva cinco pinchazos desde que comenzó el viaje por uno de José Luis y ninguno de los demás. Y lo consigue, en Marchena le fue imposible. Salimos de la población por el antiguo trazado que se interrumpe bruscamente labrado por poderosos tractores, a veces hecho de menos los arados tirados por mulas. Desmontamos y campo a través buscamos un recorrido alternativo, lo conseguimos a un centenar de metros a nuestra izquierda y pronto retomamos la antigua plataforma compartiendo trazado con la colada de La Puerta.
El trazado se vuelve más sinuoso, serpentea entre colinas que llevan en su vientre el germen de la próxima cosecha, tiempo en la que cambiarán el ocre por el verde para acabar en tornasolados amarillos. Llegamos a La Luisiana y no entramos. Continuamos por el polígono industrial y nos dirigimos a Écija.
En Villanueva del Rey comienza la vía verde acondicionada que nos acompañara hasta el río Guadajoz. Largas rectas en las que imponemos un vivo pedaleo. Comienza la bajada hacia el Genil. La vía verde se estrecha hasta convertirse en sendero encajonada entre las laderas adyacentes y la carretera, lo que obliga a serpentear entre los árboles que dan sombra a los caminantes. ¡Atención! Con la pendiente se puede llegar a adquirir más velocidad de la deseada y, los árboles no se apartan.
Écija, la viaja Astigi romana es ciudad monumental y acogedora. Nos deslizamos hacia el interior, hasta su plaza mayor en la que hacemos un alto. Prefiero recorrer en este momento la villa que después las fuerzas flaquean, visito iglesias y palacios, hago algunas fotos y regreso en busca de los compañeros. Los encuentro sentados alrededor de la mesa, cinco escarchadas y enormes copas de cerveza me dan la bienvenida. Sobre la mesa tres platos de quisquilla, gambas y langostinos, otros con lomo, queso y jamón. Me estaban esperando y no quiero hacerme de rogar. Carrilleras, rabo, paletilla de cabrito, postres y carajillos completaron el ágape.
¡Pedalear! Quien da pedales después de este banquete, lo que se impone es una siesta. Algunos más que a otros les costo despejarse de los efluvios del alcohol, para bajar la comida hicimos un pequeño recorrido turístico y visitamos el palacio de Santaella habilitado como restaurante por los propietarios del local donde habíamos comido.
Después de sortear el puente sobre el Genil retomamos la vía verde, que en este caso es compartida con el tráfico de una cantera cercana, lo que provoco la ingesta de más polvo del recomendado. Pronto la vía verde llega a un altozano y nos abandona el tráfico de la cantera; pero nos queda el rural, mas esporádico pero igual de polvoriento. Nos encontramos en este tramo con varios ciclistas a contramano y alcanzamos a otros dos que iban en nuestra misma dirección, casualmente eran de La Carlota por lo que hicimos el resto del tramo juntos y nos informaron de los mejores “lugares” donde pasar la tarde y el principio de la noche.
A la hora de cenar, el personal con un fuerte sentimiento de culpa por los excesos cometidos hasta el momento, deciden con mi voto en contra cenar unas tortillas francesas y para beber: agua. Como “tránsfuga” no me queda más remedio que pasarme a la oposición y cenar como Díos manda; un buen plato campero con huevos fritos, morcilla, chorizo, pincho moruno, patatas fritas, setas y media docena de pimientos verdes fritos y, cerveza para desengrasar. Quizá suba el colesterol pero estoy seguro que también sube los índices de felicidad aunque estos últimos son más difíciles de medir.