A las ocho estábamos desayunando, unas tostadas, alguna magdalena y unos   cafés es cuanto necesitamos para ponernos en marcha. Anoche nada más   llegar y tras la ducha lavamos la ropa y la pusimos a secar para hoy, no   es cuestión de traer mucho equipaje. Chanclas, camiseta y pantalón para   estar presentable en la cena, cepillo de dientes, crema para el sol y   poco más. El hostal Los Nogales es al Nerpio en tiempos modernos lo que   la fonda fue en tiempos pretéritos, pregunto por las perdices   escabechadas y me llevo un disgusto: ya no se hacen -me dice la   propietaria-, lo que si se sigue haciendo es el lomo de orza. Cenamos   abundante y rico y pronto nos fuimos a dormir, estábamos cansados, muy   cansados, la distancia, el desnivel, pero sobretodo el calor nos habían   castigado de lo lindo. Nuestras compañeras a buen recaudo en un almacén   aledaño.
             
            
            
            
             
              Hemos escogido para la vuelta el camino de Moratalla por el Campo de San   Juan, después será el Segura el que nos lleve hasta casa. Salimos por   la carreterilla de las Bojadillas, para mi mucho más bonita que la   tradicional del pantano, incluso me atrevería a decir que también es más   suave. A esta hora se pedalea a gusto; el sol, aún bajo, no molesta   demasiado. Llegamos a la rambla de la Rogativa que cruzamos mojando las   cubiertas, no hay puente y el agua salta por encima de un vado de   cemento. Entramos sin solución de continuidad en el desfiladero que   forma el Calarico del Hambre y el Arroyo Tercero para cruzar otro vado   en el que el agua pasa por unos tubos a modo de puente. Salimos a la   carretera que nos llevará en constante subida hasta el Sabinar. El campo   de San Juan nos recibe pleno de fragancias con sus plantaciones de   aromáticas, de pedaleo fácil hasta que tienes que abandonarlo a la   altura de la presa de La Risca, comienza aquí un pequeño puerto, algo   engañoso, que te hace esforzarte más de lo te gustaría. Superado, entras   en el Campo de Bejar y sales por otro puerto; el de Los Álamos, que por   esta cara es mucho más sencillo que por el lado de Moratalla. Descenso   enlazando una curva tras otra, llegando al vértigo, sin apenas tráfico,   hasta entrar en el pueblo. Nos detenemos en una terraza orientada al   norte del primer bar que encontramos. Parada y fonda.
             
            
            
            
             
              De Moratalla a Calasparra apenas es un paseo, pero ya comienza a dejarse   notar el calor. El sol es un disco blanquecino como de metal fundido   que amenaza con derretir el asfalto. Pasado Calasparra enfilamos la   carretera de Jumilla hasta la Venta Reales, donde nos desviamos a la   derecha hacia Cieza, este tramo junto al recorrido por el valle del   Segura será lo más duro de la etapa, no por los desniveles, sino por el   calor. Aquí se dejara notar en toda su extensión, al aire pesado y   caliente le cuesta entrar en los pulmones, bebes pero no sirve de nada,   la boca seca, pastosa, la lengua empeñada en solidificarse con el   paladar y tu chupando el bote a cada instante, pero todo sigue igual.   Por eso paramos antes de entrar en Cieza, y por eso nos pedimos pulpo al   horno, salpicón de marisco, croquetas, rulos de queso y beicon,   cerveza, mucha cerveza, que si hay que sufrir se sufre, pero que nos   quiten lo “bailao”. De la Perla del Segura en adelante entramos de lleno   en el Valle del Segura; Abarán, Blanca, Ojós, Villanueva, Archena, se   suceden una detrás de otra como si fueran todo una, con la mente más   pendiente del calor, del cansancio que de los lugares tan maravillosos   por los que estamos transitando. En casa, viendo las fotos, la verdad es   que me sorprendo, no recuerdo cuando las hice, debía de pedalear como   un autómata.
             
            
            
            
             
              Paramos en Molina, en el bar que hay junto a la vía verde, en la ermita   de la Consolación, pero con tan mala suerte que estaban cerrando y solo   pudimos comprar cuatro botellas grandes de agua bien fría, una por   cabeza. A partir de este momento nos planteamos el camino más corto, ¿la   vía verde? Sí, allá vamos.
              
            Murcia, 17 de junio de 2017