Con Aviso Naranja por Altas Temperaturas nos sorprende la AEMET justo unos días antes de la fecha señalada para las 200 Millas de este año. Los días solicitados en el trabajo, bici y equipaje preparado y nuestras ganas intactas. ¡Tampoco será el león tan fiero como lo pintan! Fue nuestra justificación, la defensa utilizada para no suspender nuestro viaje. ¡Inconscientes!
No sé si el león era tan fiero o no, pero calor hizo y mucho. La historia comienza en el andén de la estación de Murcia, son las siete y cuarto y allí nos hemos presentado Juan Bautista, Antonio Cervantes, su yerno Ariel, Ángel y yo, para subir al tren de cercanías que nos llevará en aproximadamente una hora hasta Lorca, donde comenzará nuestra ruta, no sin antes propinarnos un buen desayuno en el Mesón Lorquino.
Son las nueve y diez cuando comenzamos a pedalear sin mucho calor y algo de tráfico hasta la carretera de la Fuensanta, bajo la inquisitiva vigilancia de la torre Alfonsina. Comienzan las cuestas y comenzamos a notar el calor, pedaleamos alegres, las fuerzas intactas, tenemos unos 150 kilómetros por delante y un importante desnivel, pero no nos preocupa demasiado, tenemos suficientes lugares donde repostar y refrescarnos, el primero será en Vélez Blanco, pero antes nos lo tendremos que ganar. El horizonte lo dominan el Gigante y el Pericay, a los que nos dirigimos casi en línea recta, más a la izquierda, difuminada por la calima, la Sierra de María.
A la altura del embalse de Puentes giramos decididamente al oeste. Pasada la Fuensanta comienza a dibujarse en el horizonte, sobre un elevado cerro, los restos del medieval castillo de Xiquena. Conforme nos acercamos se definen con mayor claridad su airosa construcción, aún que muy deteriorado. Castillo roquedo con doble línea de fortificación, los lienzos rojos de sus muros contrastan con un cielo blanquecino. Pronto es sustituido por el de los Fajardo, recostado en las laderas de la Sierra de María, renacentista y en mucho mejor estado. Conquistarlo no será tarea fácil; serán cuatro kilómetros de dura subida bajo un sol de justicia, menos mal que nos vamos a resarcir. Riñones, albóndigas, patatas bravas, más riñones y cerveza, mucha cerveza para combatir el calor que ya se deja notar ¡y de qué forma!
Repuestos, abastecidos de agua en la fuente, continuamos nuestro camino. La carretera envejece por momentos, pinchazo en la rueda delantera, ni una sombra a mano. Reparo con la ayuda de Ariel y continuamos a delante. Menos de dos minutos y otro pinchazo que más parece un reventón, y en la misma rueda. La observamos casi como si fuera una bacteria a través de un microscopio para descubrir un par de profundos cortes, uno en un costado, el otro en plena banda de rodadura, ¡y solo tiene un par de meses! Tiramos de experiencia para colocar por el interior de la cubierta un par de trozos de tubular que siempre llevo en cima para estos casos. No nos dará más problemas en los siguientes doscientos kilómetros.
Nos acercamos a Topares entre rubios y ondulados campos de cereal y nos sorprende con una “tachuela” de un par de kilómetros con rampas que llegan al seis por ciento y un sol de plomo. ¿Habrá bar? No podemos pasar de largo, hay que refrigerarse e incluso comer algo. Hubo suerte; un bar, terraza a la sombra. Cerveza, mucha cerveza y unos ricos bocadillos de solomillo, ¡y hasta helados! Lo peor viene a continuación; tras una bajada, la carretera se empina suavemente franqueada de cardos descomunales. El 1, el 2, el 3, el 4 por ciento y el sol oprimiendo la espalda, el casco caliente, las gafas queman. Sudor, crema protectora, lodo blanquecino que se precipita codo abajo, los ojos entrecerrados, el cerebro casi en blanco. Pedaleo en modo supervivencia superando las dificultades, pero otros aún lo están pasando peor. Ángel decide que no puede más y no hay forma de convencerlo. Abandona y su hijo vendrá a recogerlo, nos desea suerte y seguimos adelante.
Pedaleamos ahora por la C-330 en dirección a la Puebla de Don Fadrique, con algo de tráfico, que abandonamos a la altura del Moral. La carretera se estrecha y deteriora, tenemos que ir pendientes de los baches, pero nada más, ni un coche en todo el recorrido hasta Cañada de la Cruz. Llevamos más de 100 km. cuando nos detenemos frente al bar y aún nos queda lo más duro de la subida. Refrescos, agua, arroz con leche, helados, todo es bueno para poder continuar. Juan y Ariel, más fuertes y jóvenes, se marchan delante. Nos han comentado no sé que de unos geocaches a la altura del Plantón del Cobacho. Antonio y yo nos lo tomamos con calma, pedaleamos por una la carreterilla hacia la fuente de la Carrasca, la pedanía más meridional del municipio del Nerpio, rodeando la Sierra de las Cabras, techo de la provincia de Albacete con más de 2.000 metros. La subida se deja notar, en algún punto supera el 11 %, menos mal que el sol está ya bajo y el calor ha disminuido considerablemente aunque la temperatura sigue siendo alta. Tenemos que llevar cuidado con el asfalto en algunos puntos en muy mal estado, incluso llega a desaparecer en algunos metros. Poco a poco vamos girando en dirección norte y alcanzando las partes más elevadas de la ruta. Cuando ganamos los 1.580 metros el sol luce un rojo encendido y comienza a alargar las sombras en los valles. En Cañadas de Abajo, las cabras habitan el caserío, mientras nosotros seguimos esforzándonos, aún no es franca la bajada.
Ahora sí, en un collado la carretera cambia a un excelente asfalto y nos dejamos caer a tumba abierta, dichosos, casi eufóricos, hacia el almenado Pedro Andrés. Nuestro esfuerzo obtiene su recompensa, ya sabemos que nada nos detendrá hasta el Nerpio. Apenas nos detenemos en el Plantón del Cobacho, un esperpento de lo que fue y ya no es. Continuamos raudos hacia el Hostal Los Nogales, cuando llegamos el sol se ha escondido tras los montes.
Mariano Vicente, junio 2017.