Pedaleando; lunes, 25 de noviembre de 2013
Hace frio, mucho frío, bajar del coche en uno de los días probablemente más fríos de este invierno la paga el viajero con una tiritona que le hace castañear los dientes. Comienza a pedalear para tratar de entrar en calor, pero no lo consigue, la nariz le gotea y los ojos se le llenan de lágrimas, los dedos rígidos no le permiten manejar con éxito el gps y con la ayuda de algunas fincas valladas, pierde el recorrido del antiguo ferrocarril. Continúa como las tortugas, por la velocidad y porque lleva el cuello tan encogido que las orejas le tocan en los hombros. Continúa y termina por salir a la carretera que viene de la Venta del Olivo a Jumilla tratando de recuperar el antiguo trazado, lo intenta en varias ocasiones teniendo que desistir porque en este país el metro de alambrada debe de ser muy barato o será cosa de subvenciones por alambrar, sino no, no se entiende que se cerquen fincas plantadas de almendros.
En el límite del término municipal de Jumilla, junto a una gran balsa
de riego, en su parte de atrás, retoma el antiguo trazado el viajero
que le trae recuerdos de años anteriores cuando lo recorrió sin gps ni
monsergas, con mapa en mano y lo hizo mejor que ahora, también es
verdad que había menos alambradas lo que le permitió hacer un recorrido
muy similar al trazado del ferrocarril. Sigue algún quilómetro más y
regresa, campo a través, a la carretera, esta será la tónica hasta
llegar a Jumilla.
Una antigua estación, la del Chato, tiene hoy otros transeúntes,
cree el viajero que de raza segureña a los que mira con buen ojo,
imaginándose unas costillas a la brasa de los sarmientos que abundan
por la zona, como aun no ha almorzado hace un esfuerzo y se concentra
en la estación; construida en sillería, presenta buen aspecto, no así
el muelle que ha perdido parte del tejado, esta toda cercada y es
dormidero de borregos. El trazado, aunque reconocible, está
intransitable, unas veces por las ocupaciones, otras, por la falta de
las vigas metálicas que salvaban las alcantarillas y otras por estar
invadida por la maleza. El Puntal, aun sigue en pie y es la última
estación que vera el viajero antes de entrar en Jumilla. La población
se asienta bajo el cerro de San Jorge, asentamiento de los hombres
desde la edad del bronce. Por él pasaron iberos y romanos, los
musulmanes construyeron castillos y mezquitas que los cristianos
sustituyeron por fortalezas y ermitas.
La estación es la base de Protección civil y se encuentra en buen
estado. Almuerzo ligero y hacia Yecla. En la primera parte de este
tramo la plataforma es impracticable, por lo que se pedalea por una
coqueta carretera hasta las estribaciones del Carche, donde hay que
desviarse por una carreterilla que sale a la izquierda, de pedalear
cómodo, y que coincide con la antigua plataforma de ferrocarril.
La estación aun se mantiene en pie, aunque seguramente no por mucho
tiempo. Esperan las monastrell pacientes, liberadas ya de los negros
racimos y las rojas hojas otoñales, la poda y reverdecer con los
primeros soles primaverales.
El Ardal y Gamellejas ya no existen y la siguiente El Rosario, se
encuentra en estado lamentable. Camino Murcia parece ser casa de
recreo, encalada y con puerta y cartel de un intenso verde con sus
letras en blanco, lo que fuera anden es ahora un sombreado porche para
solaz de sus ocupantes. La siguiente, Pinillos, ha perdido el tejado y
Quiñones esta derruida. La de Yecla, en buen estado, está ocupada por
Caritas. Narra Azorín bellas páginas sobre Yecla, la milenaria Hécula y
el municipio más norteño de la Región de Murcia: “Radiante, limpio,
preciso, aparece el pueblo en la fachada del monte. Aquí y allá, en el
mar de los tejados uniformes, emergen las notas rojas, amarillas,
azules, verdes, de pintorescas fachadas”.
Son alrededor de las dos de la tarde y el viajero piensa que más vale
pájaro en mano que… y decide parar a comer en el bar La Familia,
próximo a la estación y además le dejan entrar también la bicicleta.
Por seis euros come ensalada, paella, su correspondiente cerveza, otra
para hidratar, pan de calatrava y café. Repuesto y con buen ánimo
retoma la ruta hacia Villena, el frío sigue estando, pero se le antoja
algo más llevadero. Pedalea entre almendros y campos de labor por el
altiplano, la vía, el camino de la Vera Cruz, el de Santiago y del Cid
caminan juntos. Va alegre porque es cuesta abajo, llega a la esta
estación de Las Virtudes ya en tierras alicantinas, donde todo cambia
para bien con el trazado como vía verde hasta Villena. Piensa el
viajero que los de Alicante tienen más dinero o se preocupan más.
Mariano Vicente, en Villena, fin de la primera jornada.
Salida: Cieza
Llegada: Villena
Época: Todo el año
Porcentaje de ciclabilidad: 100 %
Dificultad: Baja
Distancia: 87 Km.