Vía Verde de Ojos Negros
Recorrido: Tres días de pedaleo por la Vía Verde de Ojos Negros más los tramos comprendidos entre Monrreal del Campo y Cella por Ojos Negros y Sierra Menera y un tramo final para conectar la vía verde con Sagunto.
Interés de la ruta: Aparte del recorrido que hace la vía verde por los montes turolenses y el valle del Palancia, el atractivo monumental e histórico del gran numero de poblaciones por las que se pasa.
Participantes: Juan Bautista Tudela, Antonio Máximo y Mariano Vicente.
Primer día de viaje.
Murcia, son las 8.30 cuando los viajeros suben al tren. Van cargados de bicicletas y alforjas. Acomodan las maquinas en los ganchos y se acomodan ellos. Cierran los ojos y sueñan el recorrido, comienza en Monrreal del Campo y continúa con la búsqueda del pueblo de Ojos Negros y las minas que dan fundamento a esta aventura. Pretenden recorrer, al igual que lo hacia el mineral, la distancia que los separa del Puerto de Sagunto por la plataforma del antiguo ferrocarril de la Compañía Minera de Sierra Menera. Serán tres días de pedaleo por esta antigua plataforma ferroviaria.
Se detiene el traqueteo arrullador del tren. Valencia aparece tras la ventanilla. Deciden los viajeros aprovechar la parada para adquirir unas cervezas con las que acompañar la bocadillos que ha traído Antonio; los ha comprado en "Pepe el de los Jamones" y son los "completos", eso significa que llevan tomate en rodajas, jamón, tocino entreverado y aceite. Mientras degustan estos manjares comparten la cerveza con otro viajero que ha subido en Alicante y que curiosamente va a recorrer, también, la Vía Verde de ojos Negros, aunque él comenzará en Santa Eulalia.
De nuevo el "run-run" monocorde del tren les sume en un estado de semiinconsciencia en la que todo se relativiza y los paisajes desfilan al otro lado de los cristales, ajenos e inconcretos, el tiempo pasa monótono. Por un momento les parece familiar una línea que se desplaza a su lado. Sí, esa puede ser la vieja plataforma del ferrocarril minero, de pronto todo se concreta, renace el interés por el paisaje y los ojos buscan la infraestructura de poco más tres metros y medio de anchura que sustentaba la vía de ancho métrico que corría paralela a la actual de ancho ibérico. Se imagina el viajero a las viejas maquinas de vapor, negras por el hollín, aunque eran de color verde -cree recordar- renqueantes y asmáticas intentando subir las cuatrocientas toneladas que correspondían a cada uno de los seis trenes que circulaban en en cada sentido. Al día siguiente comprobarían los viajeros como cada estación disponía de un pozo o aljibe para las aguadas. Para la tracción a vapor era necesaria gran cantidad de agua, tan importante que la compañía solicitó la aportación de 136.000 litros de agua diarios del Barranco de la Fuensanta (Caudiel), para lo que perforó un túnel de 222 metros que pasaba prácticamente por el subsuelo de la población, y construir un acueducto de 105 metros de longitud.
El tren parece circular con más alegría, se nota que ha superado el Puerto del Escandón y baja ya hacia Teruel. En Santa Eulalia se baja el viajero alicantino y los nuestros se preparan; descuelgan bicicletas, revisan el equipaje, conectan los aparatos gps y se colocan cascos y guantes, Monreal del Campo ya esta aquí. Les recibe un pueble en pleno páramo, buscan la carretera que les servirá para acercarse a Ojos Negros, es una nacional pero el tráfico no es muy intenso. Unos pocos kilómetros después toman por otra de jerarquía inferior, y esta sí, les conducirá a Ojos Negros. Aparece el pueblo sobre un altozano, dos iglesias, dos bares y una fuente ven los viajeros, toman café y siguen, por un instante creen estar en La mancha, pero no, aunque estén frente a un molino de viento, están en Aragón.
Juan, alto y magro, a la hora de pedalear funciona como un diesel moderno sin turbo, siempre delante marcando el paso. Antonio se ha pasado a la bici eléctrica, y la verdad es que "jode" ver como se traga las subidas como si nada, mientras que los demás sufren lo suyo. Mariano es como los jamones ibéricos, con parte de la grasa entreverada en el músculo y otra repartida aquí y allá, se comporta como un diesel de los antiguos, tosco y bajo de revoluciones pero que al final consigue llegar.
Aparece recortado contra el sol de la tarde, el coto minero. Se sorprenden los viajeros de no encontrar demasiadas escombreras, ni oxidados esqueletos de castilletes sumidos en el abandono, solo algunas construcciones semiderruidas. Contra la montaña se recorta una extraña construcción, parece un cargadero, pero los viajeros no saben bien que es y continúan su camino, quizás más tarde puedan enterarse. Pretenden seguir la vía y optan por una carreterilla paralela en su traza a la del ferrocarril. Se suceden así, entre carrascas y pequeños valles las poblaciones de Sierra Menera y Villar de Saiz, ya en pleno camino hacia el sureste; Peracense, vigilada por el ruinoso castillo de su altozano, Almohaja que da paso a una zona más agreste. Cruzan bajo el ferrocarril que aún conserva toda su estructura de carriles, traviesas y balasto, para circular por el cauce de la rambla de la Fuente del Hornillo, que los dejara de nuevo en la llanura, junto a Las Granjas; están ya a la altura de Santa Eulalia y comienza la vía verde. Pedalear solo incomodado por el viento que azota el páramo en dirección oeste dificultando el avance. El cielo se encapota y lo que eran nubes como de algodón blancas y luminosas se tornan opacas y oscuras. Cella aparece en el horizonte medio oculta por vientres cenicientos y deshilachados de las nubes. El viento arrecia y caen algunas gotas, aumentan el ritmo con la esperanza de no mojarse. Lo consiguen.
Están en "Cella la del canal" como se la menciona en el Cantar del Mío Cid, acueducto romano para traer el agua del río Guadalaviar, desde Albarracín hasta Cella. La Fuente es obra de Templarios, ellos fueron los constructores del pozo artesiano allá por el siglo XII que dejo en desuso el canal romano, de su embellecimiento se encargo en 1730 el Capitán de Ingenieros Domingo Ferrari que lo dejo en el estado actual. Este pozo es uno de los más grandes de Europa, con una profundidad en su centro de 12 metros y un caudal medio de 3.500 litros por segundo, por desgracia en este año extremo de sequía ha dejado de manar.
Cenan en el kiosco del parque, piden calamares, huevos fritos, patatas y carne, Juan Bautista con un hambre canina se pide además una hamburguesa, de la que da cuenta en dos bocados, Antonio lo contempla con los ojos como platos no dando crédito a lo que ve . Se van a dormir a la Pensión Clotilde, antigua construcción de tres plantas y extraña distribución pero rehabilitada y acogedora. Antes de irse a la cama ponen a cargar la bici de Antonio, se había quedado sin batería al entrar en el pueblo.
Mariano Vicente, septiembre de 2014.